Not known Facts About viera vidente

Soy admitido por la naturaleza en el más secreto de sus divinos recintos, en el punto de partida de la vida universal; ahí sorprendo la causa del movimiento y escucho el primer canto de los seres en toda su frescura.3

Pero esa transformación que comienza con el conocimiento de sí, no es en el futuro ni depende del tiempo, ni tampoco se experimentará como closing del ciclo terrestre de existencia. Lo que pertenece al tiempo no puede experimentar lo intemporal. La transformación no se producirá en un cierto momento que imaginamos adelante, en el futuro; por el contrario, lo genuine carente de tiempo está siempre al alcance del hombre.

La parapsicología admitida ya sin reservas en el contexto de la ciencia, investiga en profundidad diversos aspectos de la praxis ocultista, mientras que calificados estudiosos se acercan sin prejuicios al universo postulado por las relaciones analógicas.

En la época “absolutamente mítica” como la denominara Schelling, el hombre parece haber vivido en estado atemporal, en una especie de infinitud en que lo obvious percibido por los sentidos ordinarios, coexistía con una singular perspectiva de las cosas, derivada de la espontánea actividad de ciertos dinamismos psíquicos que hoy permanecen inactivos.

En sus ojos azules arde la llama del desconten­to. El es la revolución; él es el hombre peligroso para la sociedad inmersa en el sueño, y también es él el que conoce la Sabiduría Infernal de aquel proverbio que Blake leyera en su Visión Memorable:

Penetrar ese mundo, deliberadamente alterado por un unique dandismo, ha sido una empresa apasionante. Múltiples exegetas han visto un Baudelaire satánico o católico místico o influenciado por el esoterismo.four Sartre ha trazado un deformado retrato del poeta, analizando con implacable crueldad sus debilidades y condicionamientos. Nosotros seguiremos las huellas de la inasible Sehnsucht romántica que se vislumbra en su vida y en su obra y por un momento asomaremos a ese abismo de múltiples tensiones que anhelan secretamente la unidad.

La sabiduría –piensa Rilke– consiste en haber frecuentado a la muerte, en aprobarla y vivirla con amor, toda vez que en su tránsito terrestre el hombre es sólo un transformador, cuya misión consiste en grabarse intensamente lo obvious que lo rodea de manera tal que su esencia tome a renacer invisible. ¿Transformar?­ Sí, –insiste el poeta– porque tal es nuestro deber: “imprimir esta tierra provisoria y caduca en nosotros, tan profunda, tan dolorosamente, tan apasionadamente, que su esencia resucite en nosotros “invisible”.

La muerte prematura de su prometida Sofía von Kühn despertó en Novalis, imprevista pero inconteniblemente, el impulso de un proceso inside que combinado con la melancolía de la ausencia de la amada, lo llevaba inconscientemente hacia la verdadera meta, la divinidad escondida en lo profundo del alma. El otro capítulo intercalado, sobre “Rilke: el diábrand con lo invisible”, complementa admirablemente al anterior en el plano teosófico, puesto que pone de relieve la sutil religiosidad del autor de La elegías del Duino, quien asi-mismo percibe en el mundo interconectado de manera in-noticeable, la comunicación entre las entidades espirituales y su intimidad personal. Es el nivel de la realidad ajena a lo empírico, que vibra al entrar en contacto con el fondo sin fondo de la divinidad.

       Entregados a todo cuanto se agita y se sucede en torno nuestro, afectados por el pájaro que pasa, la piedra que cae, el viento que muge, la nube que avanza; accidentalmente modificados en esta esfera siempre móvil, somos lo que nos hacen ser la calma, la sombra, el ruido de un insecto, el olor que emana de una hierba, todo ese universo que vegeta y se mineraliza a nuestros pies; cambiamos según sus formas fastáneas, somos movidos por sus movimientos, vivimos con su vida.2

Son poetas y viera vidente escritores que han partido hacia la libertad. Odian al arte, pero lo realizan en nuevos niveles. Pretenden utilizar a la poesía abriendo deliberadamente las compuertas del inconsciente y se entregan a los sueños y a la escritura automática.

Pero el precio de esa libertad responsable no es otro que la angustia. De pronto, al detener su activismo insensato, su carrera vana tras lo convencional y superfluo, el hombre experimenta el vacío, la impostura de la vida cotidiana y lo injustificable de ese accionar carente de sentido.

Es que contra lo que rutinariamente se repite y sobre lo que últimamente han surgido voces para contrarrestar sus efectos simplificadores,1 la década de los años sixty –y sus proyecciones en la del 70– no se caracterizó con exclusividad por ser una monocorde sucesión de mensajes revolucionarios, sino que también hubo en la cultura argentina una ágil corriente de pensamiento animada por la inspiración del espiritualismo tradicional. Durante esa época la obra de Mircea Eliade se iba difundiendo en los medios universitarios y ganaban terreno las traducciones de Elémire Zolla, lo mismo que los escritos de Carl G. Jung. Aldo Pellegrini traducía y comentaba la literatura y el arte surrealista y presentaba en el Instituto Di Tella la muestra “Surrealismo en la Argentina”; Leopoldo Marechal publicaba El Banquete de Severo Arcángelo, EUDEBA editaba Las sociedades secretas y Los gnósticos de Serge Hutin y la misma editorial ponía a la venta Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada de René Guénon con un ilustrativo Estudio Preliminar: “René Guénon, el último metafísico de Occidente” debido a la pluma de Armando Asti Vera, quien por primera vez presentaba en lengua española con conocimiento directo y autoridad, al autor tradicionalista franco-egipcio2; el mismo Asti Vera había dado a conocer anteriormente Fundamentos de la filosofía de la ciencia e impulsaba la edición de Estudios de Filosofía y Religiones del Oriente desde el Centro de Estudios de Filosofía Oriental de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (I/one, 1971).

Allí el poeta trabajó sobre las emociones negativas, las identificaciones, los “yo” sucesivos que pretenden alternarse en el comando de la personalidad y sobre los estados de autocompasión y justificación de sí. Comprendió el sentido que existe por encima del significado corriente de la vida y ascendió­ por grados hacia su ser consciente dispuesto a realizar aquella tarea sagrada que Maritain concebía para el poeta: “Concluir en sí mismo la obra de la creación, colaborar en divinos equilibrios, desplazar misterios y estar connaturalizado con las potencias secretas que actúan en el universo”.three

Esta pasividad de Sénancour lo aleja de Nodier, cuyo paisaje espiritual, aunque registra afinidades y coincidencias notables, rechaza la nolición y las incertidumbres de Obermann y busca en los sueños la materia para modelar un cosmos acorde con sus dramáticos reclamos.

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